El Pasado como Excusa

Los esfuerzos por preservar edificaciones «viejas» en las ciudades, al menos en Latinoamérica y buena parte de Europa, han aumentado en los últimos años. A diferencia de otros países, donde la restauración y la conservación arquitectónica son tan comunes que han llevado a que equipos profesionales se dediquen casi de forma exclusiva a dichas prácticas, en Costa Rica, aunque se dan, siguen siendo labores ocasionales y difícilmente relacionadas a la planificación urbana. Quienes usan el argumento de lo patrimonial para hacer selección de qué edificios merecen permanecer, probablemente dirán que lo anterior se debe a que en las ciudades costarricenses no hay mucho qué rescatar, pues nuestro listado de edificios «históricos» es bastante reducido. Esta «escasez» de patrimonio construido ha provocado en algunos un sentido de urgencia por la preservación arquitectónica que a la vez puede haber llevado a la realización de proyectos de restauración cuyo único fin es rescatar la «belleza» o crear monumentos que recuerden lo que alguna vez fue.
La razones para que un edificio de cierta edad «sobreviva» a la demolición son a veces tan extrañas como el edificio mismo. La vía más estricta y simple a la vez para que un objeto arquitectónico sea rescatado, es demostrándole a las autoridades encargadas del patrimonio, que la casita o edificio público que se quiere preservar tiene valor histórico; fue la casa de alguien «importante», fue escenario de un hecho histórico probablemente poco relevante, calza con el discurso oficial de un pasado glorioso, o simplemente es alguno de los pocos ejemplares que quedan de uno de los tantos estilos importados que estuvieron de moda hace bastante rato (o sea, es bonito y ya no se construye así). Una vez demostrado el valor histórico, se solicita una declaratoria y el estado se encargará de proteger y evitar la destrucción de lo que sea que se considere patrimonio, pase lo que pase con la ciudad.
La excusa patrimonial para restaurar edificios ha llevado a que bastantes objetos arquitectónico, de forma aislada, sean objeto de inversiones altísimas que luego devuelven poco a la ciudad, no solo económicamente sino a nivel de vida urbana, e incluso de memoria histórica, a pesar de ser este el objetivo de la acción. Esto, tal y como se menciona en la propuesta de OMA/AMO «Beijing Preservation» solo lleva a reconstrucciones desde cero, que en nombre de la preservación crean un pasado irreconocible. Restaurar lo viejo y bonito, porque es viejo y bonito, y en ocasiones porque está bien ubicado, no garantiza que el edificio remozado no salga del ciclo de abandono y deterioro en el que se encontraba. Lo que inicia como un esfuerzo por conservar lo histórico deriva en recreaciones escenográficas de dudosa similitud al original.
Por otra parte, OMA/AMO en el texto de la propuesta antes mencionada, nos recuerda que uno de los objetivos, en su origen, de la preservación arquitectónica, es el de «identificar y mantener elementos que hacen a una ciudad única». Bajo esta premisa, se podría argumentar, de forma similar a como ellos lo hacen en Beijing, que las ciudades costarricenses ofrecen escenarios urbanos, sin importar su «edad», que realmente ofrecen una experiencia única y auténtica. Al parecer esto se ha olvidado en medio de la carrera por prevenir y detener demoliciones. Lo que al parecer era una respuesta a lo genérico de la arquitectura internacional, se volvió un esfuerzo genérico internacional.
Además, si bien no se puede culpar a la permanencia forzada de edificios por los problemas de la dinámica de nuestras ciudades, tampoco podemos decir que esta práctica, al menos de la forma en que se está dando, haya contribuido de forma sustancial al mejoramiento de la experiencia urbana de los ciudadanos. Esto no implica que la preservación no pueda aportar atractivo e incluso incentivar la vida en el espacio urbano, pero si se sigue viendo al edificio histórico como un objeto aislado, y el ideal de ciudad es el de un museo abierto de estilos arquitectónicos, se va a seguir despilfarrando recursos que propablemente (re)construyan una ciudad que fácilmente volverá a deteriorarse, o en el mejor de los casos para los inversores, terminará expulsando a sus habitantes, de una forma perversamente «correcta», para volverse atractora exclusiva de turistas e inversores inmobiliarios, tal y como ha pasado en países vecinos con la creación de centros o distritos históricos.
La nostalgia ingenua puede llevar fácilmente a olvidar la exploración de nuevas formas de hacer ciudad. La renovación y mejoramiento de las ciudades no implica la demolición de lo viejo como si se tratase de la sentencia por el fracaso de la ciudad, pero tampoco implica actuar guiados por una nostalgia tan ingenua que no permite explorar nuevas posibilidades de hacer ciudad, que podrían partir de lo existente y lograr la permanencia, con objetivos claros y coherentes, de edificaciones que realmente hacen únicas a las ciudades.
3 comentarios
Me gusta mucho el planteamiento. La conservación puntual de inmuebles deviene en una práctica muy poco imaginativa sobre la ciudad. Como si la arquitectura fuera un objeto inmóvil que es necesario revitalizar cierto tiempo. A mí siempre me ha sonado a argumento de señora que aprende a hacer macramé este argumento, muy bonito, pero lo deja todo exactamente como está. Saludos
Exacto Luis. Creo que la preservación de inmuebles tendría sentido como parte de una estrategia a escala mayor que la del objeto arquitectónico. Esa necesidad de «revitalizar» de la que ud. habla, viene a ser el equivalente a demoler y reconstruir (o incluso peor), pues más allá del valor superficial estético que algunos le dan no se piensa en otros motivos y posibilidades. Hay razones más allá de la nostalgia; hay quienes hablan de la importancia de lo ya construido y su adaptación como herramientas que economizan esfuerzos y recursos. Es un tema que espero seguir desarrollando, pues es parte del desarrollo de mi tema de tesis. Gracias por el comentario! Saludos!
excelente artículo, cuidar el pasado es cuidar la memoria, las huellas que deja el tiempo en la ciudad, nos hemos abocado a destruir esa historia, nuestros edificios en demolición, son nuestros desaparecidos…